
01 Junio, 2025
“Henry Lloyd es uno de los personajes más seductores que he escrito”, dice Guillermo Arriaga (Ciudad de México, 1958) y con bastante razón. El personaje central de El Hombre (Alfaguara), su nueva novela es alguien que base de sangre y fuego construye una fortuna en una tierra árida e inclemente.
Violento y leal, si algo tiene el protagonista de este libro, es que es de una sola pieza. Alrededor de su vida, el escritor mexicano no solo desarrolla su historia, también hace una acuciosa revisión a ras de suelo de la forma en que el capitalismo echó raíz en Estados Unidos y el norte de México, así como de la forma en que moldea la condición humana.
Tengo la impresión de que cada vez te planteas novelas más complejas y ambiciosas, tanto para ti como para tus lectores, ¿es así?
He tratado de que mi carrera esté permeada por el riesgo. Una obra sin riesgo cansa a los lectores y cansa al escritor mismo. Me gusta partir de la idea de que quien lee es una persona inteligente y escribo tratando de apelar a esa inteligencia.
¿Qué retos supuso El hombre?
El primero fue encontrar cuál debía ser la estructura. Cuando empiezo a escribir, no tengo claro cuál será la estructura ni hacia dónde va a ir. Esta novela empezó siendo una cosa en mi cabeza y terminó siendo algo radicalmente distinto. La obra es la que manda, no yo. Una vez que encontré la estructura y me di cuenta de que iban a ser seis voces, otro reto fue encontrarle a cada una un lenguaje distinto y con esto me refiero a un vocabulario, una puntuación y un ritmo diferente.
Por la diversidad de voces, su amplitud y la forma en que abordas temas como la avaricia y el poder, me da la impresión de que esta tal vez es tu novela con más influencia de la literatura rusa, ¿no?
No lo sé, Tolstoi, Dostoievski, Turguénev, Chéjov o Máximo Gorki han sido faros en toda la literatura mundial. Pero realmente mi influencia viene más de Faulkner, Juan Rulfo y Martín Luis Guzmán, aunque no niego que la literatura rusa siempre va a permear mi obra, son parte de mi inconsciente.
¿Qué tomaste de Rulfo y de Martín Luis Guzmán?
De Rulfo su forma de dibujar a un cacique, Pedro Páramo es un cacique que gobierna a través de la crueldad. Me enseñó junto con Faulkner que uno puede ir y venir en las estructuras. Cuando yo empecé a escribir, lo hacía de una forma muy desordenada algo muy similar a como lo sigo haciendo. Después leí a Rulfo y a Faulkner y descubrí que no estaba tan mal. Martín Luis Guzmán me interesa porque creo que es de los escritores que mejor penetró el alma de la violencia de tipos como Francisco Villa y Rodolfo Fierro. Los desmenuzó psicológicamente de una manera impecable.
El hombre cuenta de alguna manera la historia del capitalismo a partir de la mera condición humana. ¿Por qué te interesaba hacerlo de esta manera?
Esta es una historia que tiene muchos años en mi cabeza y se ha alimentado de varias fuentes. Ya hablé de las literarias, pero además hay vivencias y cosas que he observado a lo largo de mi vida. Estudié la maestría en Historia, aunque no me recibí porque no hice la tesis, es un tema que me interesa. Desde niño voy a Coahuila y ahí empecé a escuchar de un enclave de los esclavos negros que huyeron de Estados Unidos. Así como también de la presencia de los apaches en esa región, de hecho, tengo varias puntas de flechas. Me obsesiona la esclavitud, me parece una mácula en cualquier sociedad, es algo enfermizo; el genocidio de los pueblos originarios me parece vergonzoso. Al mismo tiempo pertenezco a una generación donde el marxismo fue muy importante como praxis y como teoría. Leí El Capital, sin duda es un profundo análisis del sistema capitalista, pero también me interesa cuestionar cómo fue forjado por los individuos, cómo se instaura en una tierra baldía como el desierto de Nuevo México y Arizona. El análisis de Marx es preciso y atinado, pero en términos europeos, en América quizá tenga otras características. Es interesante en pensar que en tan solo 80 años, Estados Unidos se convirtió en una potencia.
A través de esto y de Henry Lloyd, uno de tus personajes, se muestran también las pasiones humanas. Al final el deseo y ambición detonan todo.
El material de trabajo de un escritor es la condición humana con todas sus paradojas y contradicciones. Lo más interesante que puede hacer un novelista, es conseguir que el lector se vincule con otros seres humanos y que a través de ellos se pueda comprender a sí mismo o rechazar lo que considera que es deleznable. Henry Lloyd es de los personajes más despiadados que he escrito, pero también quizás de los más seductores. Es un personaje que crea lealtades férreas no solamente con gente como él, sino con esclavos que incluso son capaces de dar la vida por él.
¿Cuáles son los mecanismos para conseguir que un lector haga empatía con alguien despiadado?
Cuando trabajé en Hollywood, los productores me pedían que hiciera personajes “likeables”, que viene a ser como agradable, pero siempre les respondía que a mí me interesaba hacer personajes interesantes. En Amores perros hice personajes muy desagradables, pero siempre tratando de que se vincularan con la gente, que generaran empatía. Recordarás que “El Chivo” es un asesino, un sicario a sueldo, pero creo que al final la gente lo entiende. Me parece que ese es mecanismo que debemos usar los creadores de historias. No hay blanco y negro, el lector necesita encontrar algo de él en cada personaje, aunque sea algo que te cause repulsión. Dicho esto, quiero reconocer que una cosa es que lo intentemos y otra cosa es que lo logremos, el arte no tiene voluntad. No puedo ni siquiera puedo decir voy a escribir una novela que sea buena.
¿Cómo sabes que has escrito una buena novela?
Nunca lo sé, lo que sí hago es mi mejor esfuerzo, créeme que corrijo hasta donde más no puedo. Una de mis influencias como creador es el deporte. He intentado llevar la disciplina de atletas como Federer, Michael Jordan, Cristiano Ronaldo o Rafa Nadal a la literatura. Cuando leo que Michael Jordan se quedaba tres horas más a seguir tirando canastas, o que Tom Brady llegaba tres horas antes que los demás a entrenar, me contagio de esa disciplina. Soy capaz de reescribir la novela completa, ¿tú sabes lo que es reescribir mil páginas?
¿La versión más larga de El hombre cuántas páginas llegó a tener?
Te lo voy a decir en palabras, quedó de 284 mil palabras y le quité 150 mil, es lo más que he escrito en mi vida en una novela. Algunos premios Alfaguara tienen 26 mil palabras. Corrijo mientras escribo, luego vuelvo a leer la novela línea por línea. Al final me pongo a buscar palabras que siento que no se pueden repetir. Por ejemplo, en esta novela escribí cloaca una sola vez, no la podía repetir.
¿Por qué?
Porque es una palabra que tienen un peso emocional. Para mí escribir es un trabajo muy minucioso casi de macramé.
Siguiendo con tu analogía del deporte, ¿qué tipo de deporte es la literatura?
Creo que es como el tenis, porque el tenis es el único deporte donde estás solo, incluso está prohibido que te den señales los entrenadores. Los partidos pueden ser muy largos y vas avanzando de un partido a otro hasta llegar a la final. En la escritura vas de corrección en corrección hasta el final y además estás solo. Si un jugador de basquetbol o de futbol pierde un partido igual cobra su salario, en cambio si un tenista no gana, no recibe el premio y no puede mantener a su equipo.
El hombre sería un juego a cinco sets con puntos largos…
Más bien es un torneo donde cada corrección es a cinco sets.
¿Cómo te repones un juego/novela tan larga?
La verdad sí termino muy cansado. Estar sentado 12 horas diarias no le hace mucho bien al cuerpo. Dejé de hacer ejercicio por mi obsesión de escribir. El cine en cambio te obliga a hacer ejercicio, a ir al gimnasio. Para resistir una filmación necesitas estar en forma. Pero mi obsesión o, mejor dicho, adicción de escribir me alejó del deporte. Lo único que quiero hacer es regresar a mi computadora y seguir trabajando, pero acabo muy feliz, inseguro y cansado.
¿Qué te representa el cine en comparación con la literatura?
Las dos son experiencias muy disfrutables. Me encanta hacer cine, sobre todo dirigir. La producción es un poco más complicada porque siempre tienes la tentación de dirigir. Mientras escribo una novela, estoy concentrado en la literatura y cuando hago una película estoy concentrado en ella.
Esta novela tiene mucho que decir del México actual. ¿Qué te interesa cuestionar del presente del país?
Es verdad, una parte de la novela sucede en 2024 y termina teniendo relación directa con problemas que ahorita México está viviendo con Estados Unidos. Termina con una reflexión sobre la migración y el capitalismo. En cuanto a historia, me interesaba tocar pasajes de los que se ha hablado poco y que son dolorosos. Tanto la pérdida del territorio como la masacre que hicimos de los apaches han sido dolorosas. Siempre hemos visto las masacres de los nativos americanos o los nativos mexicanos desde la perspectiva del western, pero no vemos lo que hicimos con los apaches. Con excepción del libro de Álvaro Enrique, Ahora me rindo y eso es todo, o quizás Texas, de Carmen Boullosa, es un tema que no se ha tocado.
¿Cambió de tu forma de entender el capitalismo a partir de esta novela?
Para que el capitalismo funcionara se requirió de mucha fuerza. Para sacar la riqueza de territorios tan baldíos como Texas se necesitaron hombres con una visión clara y con una energía y empuje brutal. Por supuesto no podemos dejar de lado lo que significa este sistema económico, pero necesitamos verlo más allá de las condiciones de explotación, de la violencia y la desigualdad que promueve. Es interesante pensar desde el punto de vista de quien hizo que esto funcionara. En el desierto no hay ni agua, ¿cómo le hicieron para sobrevivir? ¿Cómo lo hicieron para hacer cuchillos, hachas, balas, rifles, carretas y luego aviones? Es interesante pensar en ello y reconocer a la gente que tuvo la visión para hacer grandes imperios de esas tierras validas.
Por último, déjame regresar al tenis. ¿Qué tipo de tenista podría haber escrito una novela como esta?
Siempre he dicho que soy más Nadal que Federer. Soy más muscular, Federer es un tenista demasiado elegante. Siento que como escritor voy por todas y peleo punto por punto.